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Día 8 – Costa Oeste Estados Unidos – Great Canyon, Colorado

// Author: Marina // 0 Comments

Día 13 – Sábado 5 de Mayo

Aunque nos quedaron muchas cosas por ver en Arches National Park, tuvimos que decir adiós. Supongo que siempre hay que dejar lugares sin visitar para poder volver en un futuro. ¡Me queda la esperanza de que así sea!. Nos pusimos rumbo a al Gran Cañón: El ultimo parque que nos quedaba por ver en este viaje. El viaje hasta allí era de 6 horas a través del desierto. Nos esperaba un día de mucho, mucho calor.

Por el camino paramos a comer en un restaurante mexicano: “Pop’s Burritos“, en pueblecito llamado Blanding. ¡Acertamos de lleno! Los burritos estaban deliciosos. Aprovechamos la parada para buscar en internet opciones donde dormir aquella noche. Vimos que el camping del parque estaba lleno. Encontramos otros, pero la mayoría eran “first come – first serve”. Sabiendo que llegaríamos sobre las 19:00 de la tarde lo íbamos a tener muy difícil para encontrar una parcela libre. Esa noche tocaba acampada libre.

Al llegar al parque, el Ranger nos explicó que no había ningún problema en montar la tienda allá donde quisiéramos, siempre que en el lugar estuviera indicado. Normalmente, en los “View Points” (miradores) suele estar prohibido y lo indican con una señal de “No overnight parking”. Sin embargo, tras muchas vueltas, encontramos un mirador libre de señales de prohibido acampar.

El sol estaba a punto de empezar a ponerse, y solo teníamos aquella tarde para poder fotografiar aquel lugar. Habíamos perdido muchas horas durante el viaje y buscando un lugar para dormir. Pero no podíamos perdernos un atardecer en El Gran Cañón! Encontramos un mirador del que salía un pequeño sendero hacia unas rocas que quedaban suspendidas encima del acantilado. Era el lugar perfecto donde poder ver la puesta de sol.

El atardecer fue sencillamente brutal. Aunque estaba despejado, las brumas del horizonte y el viento sur ayudaron a que el cielo se pusiera de un color naranja intenso. El poder disfrutarlo prácticamente desde el borde del acantilado fue sobrecogedor.


Después de casi dos días en los que habíamos dejado aparcada la cámara de fotos, volvieron a entrarnos muchas ganas de sacarla de la funda y fotografiar aquel majestuoso lugar. No fue hasta que se escondió el sol y apenas había luz, cuando decidimos volver y preparar el coche-cama para cenar y pasar la noche.

Cuando nos echamos a dormir, aun no había asomado la luna, y las estrellas brillaban con intensidad en el cielo. Me quedé observándolas hasta que caí rendida.

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